jueves, 22 de marzo de 2012

La cena está lista mi amor

Y cuando la cena está lista, el comensal está bienvenido a sumergirse en el gran mundo de los sabores.

Si hay algo que me vengo dando cuenta en estos meses trabajando es que no me gusta ver comer a los clientes. El acto de ingresar un alimento en sus bocas es algo sumamente ordinario, único y privado. Es el momento de disfrute, mas si el que está comiendo, se encuentra solo. No se puede ser brusco a la hora de comer, hay que tomarse el tiempo para saborear, distinguir formas, olores y sentidos.

Por eso, la vista tiene mucho que ver en este proceso. Todo entra por los ojos, dicen por ahí, y por la nariz también. El color del alimento tiene mucho que ver con la elección del plato, es el que va a decirte -¡Mirame soy muy lindo y muy rico, elegime!- El olor ayuda a la elección, es el que se encuentra bostezando ni bien leemos la carta. Después, sigue el acto de elegir qué bocado llevar a nuestras bocas con la ayuda de nuestro fiel amigo el tenedor, o si es sopa, la cuchara. Una vez en nuestro paladar, la lengua se encarga de ayudar a sentir las texturas, y el olfato ya va a estar un poco mas despierto, después de tanto bostezo, asiente mucho mas el sabor del alimento. Lo mas importante es cerrar los ojos, y visualizar con los otros sentidos los colores del mismo. Usar los dientes para ir degradando el alimento, disfrutando cada movimiento molar, en compañía de la lengua. Envolverlo en saliva para que vaya quedando esfumado. La lengua da el último paso empujando el alimento para llevarlo al infinito y mas allá.
Un sorbo de agua puede acompañar con gran gusto el gran ejercicio mandibular. Y la acción sigue con otro bocado de la mano del tenedor, y de nuevo y de nuevo y de nuevo....

Alimentarse es algo tan personal que tengo una especie de contradicción, porque por un lado, respeto al cliente en -su momento- pero por otro lado, me llama la curiosidad la forma en que cada persona elige lo que va a comer, y cómo lo va a hacer.

A veces me pongo a pensar que estaría bueno tratar al alimento de la misma forma que nos gustaría que nos trataran. 

Y eso también me hace pensar, que el acto de alimentarse, es también un acto de entrega, que el placer es mejor ir saboreándolo de a poco para que cuando se termine el bocado, se vuelva mas intenso.

Abro los comentarios, y que la mente los lleve donde los tenga que llevar...

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