¿Experiencias, reflexiones, nuevas perspectivas de mundo? Es eso lo que intentaré volcar en estos días de Enero. Todo pero todo lo que me dio este viaje que realicé a la República Oriental del Uruguay.
Hoy, no voy a ponerme en el papel de cronista, simplemente quería recalcar el hecho de vivir -una cosa a la vez-. En el hostel donde estaba sentía eso.
Un poco de la rutina diaria era despertarme, cambiarme e ir a desayunar. Servirme las tostadas, el te, y comer una naranja. Sentarme en una mesa. Ponerle el saquito al te, esperar a que el agua tome color. Sacar el saquito de te. Tomar el azúcar, incorporarlo en la taza, revolver. Tomar una tostada, untarle un poco de manteca, y después agregarle dulce de higos. Y finalmente la naranja. No se porque me llaman la atención las naranjas. Las tomaba, las cortaba en forma tipo cuña y las iba comiendo de a gajitos. Era la primer conexión con la naturaleza que tenía en el día. Con lo jugoso, con lo pegajoso que te deja en las manos, el perfume, combinación dulce y ácida.
Y después de disfrutar de los manjares, arrancaba la mañana. Con todas las actividades que me surgían: recorridas por la ciudad, caminatas, charlas con la gente.
Ese simple hecho de desayunar. De arrancar la mañana y centrarme en algo tan simple. Darle un lugar y concentrarme solo en eso. Cosa que en mi vida diaria lo hago, pero a las apuradas.
Y me pongo a pensar en las miles de cosas que hago en el día por hacer y quizás no las disfruto tanto. se me pasan por la cabeza cuando tengo tiempo para mí, a veces quiero hacer todo y hago todo, pero no disfruto, no me centro en el ahora.
Vivir una cosa por vez, disfrutar, no adelantarse al futuro, porque a la larga el futuro, llega solo.
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