martes, 10 de enero de 2012

Sueños en el colectivo

Me encantaría tener mi propio lugar.

Cada vez que me tomo el bondi para volver a casa me hago la cabeza de que estoy yendo a mi casita. Donde me espera la cocina para preparar algo para la cena. Donde me encuentro sola, entre cuatro paredes respirando la libertad. Eligiendo; si quiero leer, si quiero hacer música, si quiero escribir, o si no quiero hacer nada.

Pero el bondi nunca llega a ese lugar.

Llega a la casa que comparto diariamente con 10 personas, incluyéndome. Mi familia. Lugar de contención, de afecto, de risas escondidas en los juegos de mesa. La heladera que se abre y se cierra, se vacía y se vuelve a llenar. No es que deteste mi casa, ni que odie a mis viejos, sino que simplemente necesito otros espacios. Ya no necesito compartir cosas, momentos, habitaciones ropa. Quizá si, pero desde otro ángulo. Desde mí elección, desde mí libertad.

Y siento que el laburo empieza a ser un peso, y no quiero que lo sea. Luchar por lo que uno tanto quiere cuesta, pero el camino se tiene que disfrutar, tanto como la cosecha.

Hoy en el 93 el chofer me dijo:
-Gracias por la charla!

Será realmente cierto lo que la gente me dice, esa capacidad que tengo de hablar con cualquier persona sin importar su género, raza, rango social. Me gusta hablar con la gente.

Mi cuarto está vacío.

Voy a hacer un poco de música.

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