viernes, 2 de diciembre de 2011

Los clientes del café: Daniel

Y entre esos clientes que vienen siempre se encuentra un hombre de unos 45 años aproximadamente, viene casi siempre con su pareja, una jovencita un poco mas chica que él. Pide siempre un café con leche -bien espumoso- a tal punto que siempre, me terminan delegando para que se lo prepare yo, porque saben que se como le gusta tomarlo. Generalmente acompaña este café con una o dos medialunas de grasa.

Llega siempre alrededor las 9:30 de la mañana, se acerca al mostrador, agarra el diario Olé, y algunas veces se lleva el Clarín. Pide el café con leche -lo de siempre-, me pregunta como ando, -va mas allá de preguntar por demostrar que es un ser educado, es una pregunta mas profunda, lógicamente no le voy a contar el testamento de mi vida, pero a veces al ver una persona constantemente, creo que se genera esa cosa de que queremos que el otro este bien- y se sienta en la misma mesa. Termina de desayunar, se levanta, acerca el diario al mostrador y pide la cuenta, e insiste -no quiere que le acerquen el ticket- le gusta esa cosa de ser mas personal, -me decís cuanto es, te pago y me voy-. Saluda amablemente y se retira.

Tiene algo que me llama la atención, es una persona que no te charla mucho, delimita mucho su espacio en un punto donde se hace difícil encasillarlo, porque se genera un círculo de confianza sin haber tanto diálogo. El silencio dice mas que las palabras a veces. Y me gusta que se pueda generar eso.

Lo admiro, porque a mí, me cuesta horrores no mostrarme como soy, tengo esa necesidad constante de hablar.

Hoy por primera vez entable una conversación un poco más profunda del habitual: -¿Cómo va eso?-
Le conté que estaba bien en mi vida, progresando de a poco. A lo que el me pregunta la edad y me responde -Sos una nena- en forma educada. Y me aconseja -A esa edad tenés que disfrutar y no hacerte problema por nada, quedate tranquila que mas adelante los problemas van a llegar solos- en un tono de humor y tierno.

A veces es difícil poder mostrarle a uno por tantas cosas que pasó teniendo 20 años, uno tiene algunos problemas, y cosas con las que lidiar, pero no sabés que tan acertado está el otro con lo que dice. Hasta que punto darle la razón, hasta cuándo escuchar. La gente me aconseja mucho y algunos creo que debería dejar de escuchar. Empiezo a filtrar, empiezo a escuchar a los que quieren verme bien, feliz. Y abandono a los que buscan generar todo lo contrario.

Mi cuerpo no se cansa, puedo hacer muchas cosas y seguir sin estar cansada. Me puedo enojar, revolear el teléfono, pero después estar lo mas tranquila. Mierda, me siento joven. Tengo 20 años, soy linda, sí soy linda, una familia, un trabajo, tengo todas las posiblidades para ser feliz. ¿Qué estoy esperando?

¿Quién dice que hay que vivir cargando problemas? Es ese plus que te venden los diarios, las revistas. -Preocúpese, mañana va a hacer frío, mañana van a haber 40 grados. La bolsa cae. Los precios aumentan, las modas pasan y tenés que ponerte lo último. Con los años las responsabilidades aumentan, o por lo menos eso veo, pero es el desafío de crecer. ¿No?

Me sorprende como la gente en el laburo trata de ayudarme, desde algunos clientes, hasta mis compañeros, debo tener algo, que capta a las personas y les dice -ayuden a esta muchacha.- Creo que estuve mucho tiempo encerrada viendo una vida que no era la que yo quería. Y ahora si puedo elegir!

Puedo elegir ser feliz. Y allí voy!


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