lunes, 23 de julio de 2012

Igual a igual

Hace mucho que no le pedía a mamá que nos juntáramos a hablar y dada mi circunstancia, aproveché para pedirle prestada alguna de sus orejas.


Estábamos en esas conversaciones, madre e hija... yo contándole mis dilemas, ella, como siempre, escuchando y después aconsejando. Y en un momento me di cuenta de algo. 


Me puse a pensar en el rol de madre, de cómo una madre debería ser para mí, y tratarla como esa madre idealizada en mi cabeza.


Fue raro, pero en fin, funcionó. Le dije lo que creía que esa madre tendría que decirme cuando le contaba esas cuestiones. Una hija enseñándole a su madre como ser madre...


Me sentí tan libre. Es lógico que los padres siempre nos digan cosas que no nos gusta que nos digan, pero mas allá de eso, hay una línea de afecto que nos conecta con ellos. Y eso es lo que importa. No se si tanto el consejo en sí. Es el hecho de pertenencia, de sentirme querida por ellos, de saber que van a estar y que van a apoyarme en ese aspecto. Que es lo que a mí me sirve de ellos.

Es como cambiar los lugares. Inevitablemente si yo cambio de lugar, su manera de mirarme va a ser distinta.

Y ahí es cuando el maestro se vuelve aprendiz y el aprendiz maestro. Es como una linea horizontal. Nada de pirámides, igual a igual.




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